El trapecista embriagado,
camina con cautela.
Demostrando el poder,
de dichas inesperadas.
Entorpeciendo lo habitual,
con intrépidas maromas.
Palpitando corazones,
forjados de suspiros.
Es quien se asoma,
indiferentes y husmeadores.
Curiosos y pesquises,
cultivan la muchedumbre.
Un inepto teatro,
de tragedia cotidiana.
Sendo espectáculo,
de suicidio y valentía.
Tanteando esta cuerda,
de futuro incierto.
Es un barco a la derriba,
en mares tormentosos.
Tan solo un espejismo,
de una falsa guarida.
Es un puerto,
que nunca se arrima.
©Rolando Matias