En la montaña vive el jíbaro,
su voz resuena como un canto,
en la safra, su sudor es tanto,
bajo el sol ardiente, fiel y claro.
Con su guitarra, luz al faro,
llamarada de amor en su pecho,
cultiva la tierra con gran desecho,
sus manos forjan un mundo entero.
Borinqueño de noble estirpe,
su espíritu brilla, su luz no muerde.