La pena de la humanidad, un lamento,
ecos de cadenas que nunca se rompen,
voces ahogadas en un mar de tormento,
susurros de almas que al viento se esconden.
Bajo el yugo del miedo, la vida se apaga,
en campos de sombras donde el sol no brilla,
la esperanza se cierne, una flor que se apaga,
mientras el dolor de la historia destila.
Cada lágrima caída es un grito de guerra,
un llamado a la paz, a la unión de los pueblos,
por la libertad ansiada, que el amor no encierran,
que el futuro se forje en sueños sin hierros.
En la lucha por derechos, la humanidad avanza,
unidos en la voz que desafía el silencio,
porque la pena de la esclavitud no es balanza,
sino un peso que cargamos, un eterno comienzo.
Que la memoria nos guíe, y el respeto florezca,
en cada corazón, en cada mirada,
pues la libertad es un canto que se expresa,
y la pena de la humanidad, una herida sagrada.
Rolando Matias